martes, 18 de septiembre de 2018

El padre que conocí



A pesar del dolor en la pérdida de un ser querido, tenemos la experiencia linda y maravillosa que nos regala el hablar las cosas desde el corazón, cuando amamos a esa persona y deseas que siga siendo así, no mirar sus faltas, sus decisiones por mucho que haya incomodado nuestra vida y nuestros planes, nuestras ilusiones, el concepto que tengamos de esa persona o de como debe hacer las cosas, sino con lo más intenso de nuestro corazón, y dejar que brille el amor que Dios, el Señor, pone dentro de nosotros hacia ese familiar, cónyuge, amigo, quien sea, se nos da el amor para sentirlo y disfrutarlo, no para despreciarlo, dando más importancia a nuestra congoja, decepción y rabia porque no entendemos y no recibimos lo que queríamos. 



No se trata de lo que queremos, sino de los que cada cual necesita hacer, todo por complicado y por duro que nos parezca, siempre lleva una lección imprescindible que debemos agradecer vivir, al Señor en primer lugar por permitirla, y a esa persona que nos la dedicó.



Suena difícil de aceptar. 

No nos apetece siquiera pensar el pasar por una situación así, de ver que tu familia se desmorona, por ejemplo, cuando tu padre se vuelve a enamorar, se aparta de ti y ves a tu madre sufrir,- como en la película-, se sienten despreciados, marginados, y que ya nada importa,  no vale lo que hagas porque todo resulta inútil; se decidió y tu parecer queda fuera de esa elección, no hay que dejarse llevar por el sentir en ese momento; la verdad es que todos lo hacemos verdaderamente nos es muy muy difícil, casi imposible no dejarnos llevar por la incomprensión y la impotencia de no poder cambiar las cosas; y sale la ira, los impulsos desmedidos de hacer lo que no tiene sentido y resulta casi suicida, pero en ese momento es cuando debemos pedir ayuda al Padre celestial, para que nos de la sabiduría necesaria que contiene el auto-dominio para controlar nuestro comportamiento, y la comprensión tierna hacía esa persona. 

Comprender y aceptar aunque no estemos de acuerdo ayuda tanto!!!



Es lo que da la paciencia y la calma, la esperanza confiando que no lo hace por fastidiar ni con maldad, sino porque su carácter es así. Así lo siente y lo necesita en ese momento. 

No por dañarnos, y si así fuese, pedir ayuda y perdón  para él o ella, entender que no sabemos que puede estar pasando en su interior.

 Aceptar a las personas tal como son, con sus errores, debilidades, cualidades y virtudes, sin reproches, sin exigir lo que nosotros no podemos dar, - como dice al final-, y no pedir una perfección que no tenemos, es lo que ayuda a tener mejores relaciones, a mantener la amistad que reside en el amor entre nosotros, y facilita ser felices.

Dar de lado el resentimiento, respetar su libertad y empatizar conectando con sus circunstancias es lo que necesitamos para crecer y desarrollar nuestro carácter en un ámbito más sencillo y profundo a la vez en nostros mismos.

Muchas parejas y matrimonios, familias y grupos de amigos, serían más capaces de permanecer unidos entre sí, y poder compartir ayudándose mutuamente en cualquier necesidad, y en cualquier dificultad, en las peores situaciones.

Eso es lo que hace que aprendamos a amarnos unos a otros.

Es lo que el Señor nos dice desde Su Palabra:

»Un mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Como los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. Juan 13:34