¿Por qué no recibes a Jesús, el Hijo de Dios, y le haces Señor de tu vida hoy?
PARA QUE TODO AQUEL QUE EN ÉL CREE NO SE PIERDA, SINO QUE TENGA VIDA ETERNA” (Juan 3:16b)
¿Cuándo llega la salvación? Cuando aceptamos a Cristo como nuestro Salvador personal. Sencillo, ¿verdad? ¡Cristo el Salvador, y el hombre el creyente! ¿Pero significa eso que la vieja naturaleza no vuelva nunca a levantar su fea cabeza, o que instantáneamente seamos capaces de resistir cualquier tentación? No; compara tu nuevo nacimiento con un bebé recién nacido. ¿Puede caminar? ¿Puede alimentarse? Aun no, pero algún día lo hará.
¿Se avergüenza de él su mamá en la sala de partos? ¿Se avergüenza de que no sepa hablar, o dar un discurso? ¡Claro que no! Ella está orgullosa de él. Sabe que el crecimiento llegará con el tiempo; y lo mismo ocurre con Dios. Escuche: “El Señor… es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca…” (2 Pedro 3:9). Dios es más paciente con nosotros de lo que nosotros lo somos con nosotros mismos. Asumimos que si caemos, es que no hemos nacido de nuevo o que si tenemos los viejos deseos, entonces es que no debemos de ser una nueva creación.
Pablo escribió: “…el que comenzó en vosotros la buena obra la perfeccionará…” (Filipenses 1:6). Tu nuevo nacimiento es como el primero: Dios te da lo que necesitas y otra persona hace el trabajo. Al igual que los padres son pacientes con su bebé recién nacido, así también Dios es paciente contigo. Pero hay una diferencia: la primera vez no tuviste opción en cuanto a nacer, pero esta vez sí. En la cruz, la obra fue de Dios. ¡Ahora la elección es tuya! ¿Por qué no recibes a Jesús, su Hijo, y le haces Señor de tu vida hoy? Si lo haces, ¡nunca lo lamentarás!
Bendiciones!